Golpeada por la expansión de la pandemia, la marea de deficiencias de los servicios de salud y el alza de los precios de las medicinas, la Amazonía no deja de sorprendernos con las iniciativas tomadas por los pobladores indígenas conocedores del potencial curativo de los bosques. Resguardados por las plantas, extienden una mano amiga a Lima.
Matico de la selva baja
El viernes 15 de mayo, unos jóvenes artistas y comunicadores del pueblo shipibo-konibo formaron un comando sui géneris tomando el nombre de una planta: el matico o cordoncillo (Piper aduncum). El Comando Matico Covid-19 surgió para enfrentar con herramientas propias la desesperante expansión de la pandemia. El propósito inicial era recoger hojas de matico en las inmediaciones de Pucallpa para enviarlas a Lima, donde sus parientes de la comunidad urbana de Cantagallo han sido diagnosticados con Covid-19.
El fallecimiento de su amigo, el pintor Filder Agustín Peña, el 11 de abril, los movilizó a atravesar los Andes con una iniciativa solidaria a pesar de sus muy limitados recursos económicos. Los jóvenes armados de plantas comunicaron el nacimiento del comando por las redes sociales y ese mismo día recibieron más de 50 solicitudes de vecinos pucallpinos también deseosos de acceder a los beneficios de una especie vegetal de la que muchos habían escuchado hablar, pero pocos sabían dónde encontrarla y cómo reconocerla.
“Hemos tenido la necesidad de juntar esa planta para poder ayudar a nuestros hermanos que están enfermos. Queremos transmitir para que no haya más muertes. En las comunidades hay esta planta. En las comunidades no hay hospitales, pero las plantas nos pueden curar. No te van a curar de un momento a otro, tienen su proceso y su dieta” (Comando Matico Covid-19)
El matico es un árbol perenne con tallos nodosos y hojas verde en forma de lanza, cuyas propiedades medicinales hacen parte de la invalorable farmacéutica indígena. Cuenta la historia que un soldado español llamado Matico, que se estaba desangrando, fue curado de sus heridas por indígenas que generosamente compartieron su saber. Desde entonces, la planta ha sido reconocida por la medicina europea como hemostático y astringente, pero en las terapias indígenas también es usado como antinflamatorio, expectorante y antitusígeno para tratar enfermedades del tracto respiratorio.
“La gente está muriendo y necesitamos atender las enfermedades, esa es nuestra preocupación”, afirma la profesora Mery Fasabi, que se unió a los jóvenes para filmar un video explicando la preparación y el uso de la planta. Su hija fue una de los primeros casos confirmados de Covid-19 en la ciudad, hace un mes, muchos antes de que Pucallpa se volviese un epicentro de contagios, con alta mortalidad, escandalosas deficiencias de los servicios de salud y elevadísimos precios de las medicinas y el oxígeno; una coyuntura de conjunto que deja a los pobladores en el desamparo.
El recurso a las plantas es una afirmación de vida y solidaridad ante las noticias diarias de fallecimiento de seres queridos y líderes indígenas respetados, como el alcalde de Masisea, Silvio Valles, fallecido el 12 de mayo en el hospital Amazónico de Yarinacocha. La actual coyuntura deja a la mayoría de pobladores indígenas sin salida: no tienen dinero para comprar las medicinas y el oxígeno para tratarse en casa, e ir al hospital se ha vuelto sinónimo de muerte.
“Mi familia hemos sido los primeros indígenas que hemos sido contagiados, por causa de una prima que estaba contagiada. Luego se ha contagiado mi hija y dentro de la familia de mi hija todos han estado con el virus. Pero nosotros decíamos que era dengue, hasta que le han hecho la prueba rápida y mi hija salió positiva. Yo he llorado bastante porque me decía que esa no era una enfermedad cualquiera, era una enfermedad mortal. Pero me he dicho no hay que tenerle miedo a la enfermedad. La vamos a combatir. Entonces hemos pasado a tratarnos con las plantas, con kión, ajo sacha y otras plantas. Al principio no he usado el matico, pero después lo he incluido”, dice Fasabi.
La profesora shipibo-konibo explica que lo que la mueve a divulgar su experiencia es la necesidad de ayudar a encontrar una salida al miedo y la desesperación a partir de su testimonio sobre cómo su hija y su familia se mejoraron. Las hojas de matico pueden ser preparadas de tres maneras. Pueden ser hervidas en agua para hacer baños y hacer vaporizaciones, o pueden ser cocinadas para preparar bebidas calientes y combinarlas con jarabe de kión, limón y miel.
"Preparamos las hojitas y hacemos la vaporización. Porque para nosotros la vaporización es como el oxígeno que te dan en el hospital. También es muy bueno tomarlo caliente cuando las personas ya están con agitación. Entonces se hace la vaporización y también se toma, y eso le baja la agitación al paciente. Hay que hacerlo constantemente. También hay que tener mucho cuidado con las comidas. El enfermo de Covid no debe comer fritura, ni arroz seco. Debe tomar bastante kión", detalla.
Mery cuenta que hasta ahora ella no ha sufrido los síntomas del Covid-19, a pesar de haber atendido a su hija y a toda su familia. Cuando vio que la epidemia crecía y muchos más enfermaban, quería poder ubicarlos y contarles su experiencia. Algunas personas la llamaron por teléfono para pedirle consejo, pero ella sentía la necesidad de llegar a más gente. Con el Comando Matico Covid-19 y las redes sociales ha logrado transportar su testimonio hasta Lima. Las hojas de matico recogidas en Pucallpa por los jóvenes voluntarios han sido embarcadas en camión este 19 de mayo y serán repartidas a sus parientes y amigos en Cantagallo. El conocimiento shipibo-konibo de las plantas habrá tejido un puente entre la capital y el bosque.
Quina de la selva alta
A unos centenares de kilómetros de Pucallpa, la quina es otra planta amazónica que está permitiendo hacer llegar ayuda del bosque a la ciudad. El dirigente indígena del pueblo yanesha, Hildebrando Ruffner, natural de la comunidad nativa Shiringamazu, explica que varias personas en Lima, indígenas y no indígenas, han solicitado a sus parientes y amistades en la selva central que les envíen macerados de corteza del árbol de la quina para facilitar su recuperación del Covid-19.
Para las personas adultas, el tratamiento puede comenzar a surtir efecto progresivamente a lo largo de 28 horas. Se recomienda consumirlo según las necesidades de cada persona, edad y condiciones físicas. Las primeras 12 horas se recomienda tomar una copita chica del macerado cada dos horas. Las siguientes 12 horas se toma una copita cada cuatro horas y las últimas 12 horas, se toma cada seis horas. A las 28 horas se suele observar una reducción de la fiebre y a las 32 horas, la persona puede recuperar el apetito y dejar de sentir dolor de cuerpo. El dirigente yanesha explica que las comunidades de la selva central han concertado acciones y están logrando evitar que el virus haga estragos en el lugar. Sus parientes y amigos golpeados por la enfermedad en Lima les están pidiendo ayuda sabiendo los conocedores yanesha están dispuestos a compartir sus conocimientos porque están convencidos que la quina es “una buena alternativa para usar en este momento que tenemos en el país”.
“Cuando era niño mi madre siempre preparaba la quina, pero la llamaba con otro nombre: pishir, es su nombre en yanesha; quiere decir “amargo”, el amargón. En 1980, cuando viajaba con el doctor Antonio brack por la selva de Villa Rica, él me ha enseñado: “Hildebrando, este es el árbol de la quina que está en el escudo nacional. Ha salvado muchas vidas en la época del paludismo y también va a salvar a la humanidad en adelante”. A partir de allí he conocido ese árbol como quina. Yo sabía que era una planta muy beneficiosa para la salud de la gente que habita las comunidades desde siempre”.
El árbol de la quina (Chinchona officinalis) es un símbolo patrio desde 1825, pero fuera de la imagen que se encuentra en el escudo nacional, pocos peruanos saben de él. En los últimos años, expertos forestales alertaron que se encontraba en peligro de extinción y a inicios de la pandemia, se hicieron algunos programas televisivos sobre su potencial uso terapéutico para tratar los síntomas del Covid-19. La corteza de la quina posee alcaloides, como la quinina, taninos y ácidos orgánicos, que le dan las propiedades antifebrífugas, antisépticas y astringentes que salvaron a millones de personas en el mundo entero a lo largo de la historia y permitieron el desarrollo de la medicina científica. Aunque gran parte de la población forestal ha sido depredada, todavía subsisten algunos refugios de la quina guardado por los conocedores indígenas de diferentes regiones de selva alta del sur al norte del país. En estos lugares, desde el inicio de la cuarentena las familias prepararon sus macerados de quina anticipándose a la llegada del virus a sus comunidades.
“De niño, una vez me corté el pie derecho trabajando con mi machete y mi mamá me dijo 'espérame, ahorita voy a sacar'. Allí, más o menos a unos 10 metros, encontró un árbol de pishir, le sacó un pedazo de corteza, me abrió la herida y le echó el jugo en la herida. De allí, no me dolió y rápido no más me he sanado; no he tenido infección”, relata Hildebrando.
Además de utilizar la corteza, el dirigente yanesha recuerda que su madre siempre trataba la fiebre de sus hermanitos con la hoja de la quina, preparando baños calientes de hojas y haciendo te para la gripe y la gastritis. “Hay dos variedades, hay de flor blanca y de flor rosada. El de flor blanca es mejor para la fiebre.”
“La hoja se saca y se hace hervir por 8 o 10 minutos y se toma como agua de tiempo. La corteza se puede hacer hervir y también se puede hacer macerar en aguardiente o cualquier alcohol, como pisco, para extraer el alcaloide. Si lo cocinas, se fermenta si es que no lo puedes guardar en un envase hermético. El macerado lo puedes tener años. Así puedes tomar de vez en cuando una copita. Nosotros siempre teníamos en mi casa, así guardado. Siempre le conservaba”.
Entre los yanesha, la quina también se utiliza para problemas cardíacos y calambres, pero estos son tratamientos más prolongados que requieren guardar dieta, evitando comer ciertos alimentos durante un periodo. Actualmente, muchos han dejado de lado esos conocimientos y prefieren usar medicinas de la farmacia. Los jóvenes no saben reconocer el árbol ni donde encontrarlo, y lo talan sin saber cuando derrumban el monte para cultivar. Para el dirigente yanesha, esta indiferencia es dañina, porque el árbol no es una mera planta. Es también, gente.
"Mi mamá decía que todas las plantas eran personas antes y cuando vino Yompor Yompiri todas se transformaron para bien o para mal. Ese es un relato, cada persona se ha convertido en ave o en planta, para poder curar y para poder hacer el bien o hacer mal. Así decía mi mamá. El árbol de la quina antes era gente, es una persona. Todos los amazónicos estamos convencidos que todas las plantas son un ser vivo. Te cuida, siente y te acompaña", explica el dirigente indígena.
La ayuda que los yanesha y otros pueblos de las regiones de selva alta desean proporcionar a sus amigos y familiares en Lima gracias a sus conocimientos ancestrales indígenas se extiende a todo el país y requiere ser pensado a corto, mediano y largo Plazo. El dirigente yanesha explica que existe el temor que personas llevadas por el deseo de lucro se enteren de la existencia de las reservas de quina y pueda haber una extracción descontrolada del recurso, lo que aceleraría aún más su extinción. El explica que es posible extraer pedazos de la corteza de manera gradual para evitar matar el árbol. También es urgente proceder a la reforestación con semillas del lugar. Un plan concertado de manejo podría desarrollarse en todas las regiones de selva alta adecuadas para su hábitat.
El Covid-19 se va a quedar en el Perú y este árbol es una planta que puede ayudar a fortalecer el cuerpo y así la mortandad puede ser controlada. Hay que identificar los árboles con las poblaciones y hacer un plan de manejo y de reforestación.
Plantas contra la indiferencia
Las iniciativas indígenas de la selva alta y baja para afrontar la pandemia todavía no reciben la debida atención por parte de las autoridades políticas y sanitarias en Lima, quienes suelen desmerecer o, francamente desautorizar y descartar los tratamientos basados en conocimientos ancestrales que actualmente están siendo recuperados y circulados de boca en boca y por las redes sociales.
La indiferencia ante los aportes genuinos de los pobladores indígenas es una indiferencia ante la situación desesperada en la que muchos ciudadanos amazónicos y del resto del país se encuentran debido al encarecimiento descomunal de las medicinas y el colapso de los servicios de salud. También es una indiferencia ante la vida del bosque amazónico y su enorme potencial para repensar el desarrollo económico del país en la post-pandemia.
Durante la cuarentena, la tala ilegal no ha parado de crecer y los proyectos de ley en preparación para la reactivación económica continúan viendo a la selva como un depositó de madera que debe ser entregado a empresas económicas que ignoran su riqueza y generosidad para la humanidad.
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La autora es antropóloga de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y asociada a la plataforma Pueblos Amazonicos en la Pandemia Covid-19