La trágica desatención sufrida por los pueblos indígenas durante la pandemia ha demostrado que las normativas estatales sobre la interculturalidad en salud padecen de la misma inercia crónica que afecta a los funcionarios estatales atareados con procesos burocráticos, que pierden de vista la necesidad de tener una incidencia real sobre el bienestar de los ciudadanos, especialmente de los más vulnerables. En los últimos 15 años, los ministerios de Salud y de Cultura han producido decenas de textos y normativas para la integración del enfoque intercultural en salud para pueblos indígenas, pero muy poco de esas buenas palabras ha logrado plasmarse fuera de los documentos. 

Estamos aportando a la región y también al Estado

La interculturalidad no prospera cuando es sembrada en hojas de papel y pantallas inertes. Surge de la vida misma. Esto lo han demostrado las iniciativas de indígenas en pleno azote del COVID-19. En diversos lugares de la Amazonía, en las ciudades y las comunidades, los pobladores han desafiado la inercia de los funcionarios atrincherados en el cumplimiento de sus deberes sobre papel y encontrado en las plantas la vitalidad necesaria para hacer germinar un nuevo paradigma en atención a la salud, a pesar de todas las dificultades.

“Toda la región de Ucayali está enterada de quiénes son los voluntariados del Comando Matico y qué hace el Comando Matico. Nosotros estamos salvando vidas, estamos aportando a la región y también al Estado. Es hora de que el Gobernador de Ucayali se pronuncie, que nos atribuya un lugar con buena infraestructura para continuar atendiendo a los pacientes con COVID-19”, señala Mery Fasabi, profesora shipiba e integrante del Comando Matico COVID-19)

El Comando Matico COVID-19 no es el único, pero es uno de los esfuerzos pionero más conocidos que ha logrado poner una interculturalidad vital sobre la marcha. Nació el 15 de mayo en Yarinacocha, Pucallpa, por iniciativa de voluntarios shipibo-konibo, para brindar tratamiento gratuito con plantas medicinales a personas con síntomas de COVID-19 y educar en el uso de las plantas. Pocos días después, el 26 de mayo, fue acreditado por la Diresa-Ucayali y el equipo apoyado por un enfermero comenzó a demostrar los beneficios de combinar las plantas y los conocimientos indígenas ancestrales con el respaldo de la medicina oficial para brindar alivio a los pacientes con síntomas de COVID-19 que acudían al Centro Comunitario de Atención Rápida Comando Matico COVID-19, en el local de la Parroquia de Yarinacocha.

“La vaporización con el matico, la mucura, el kion y el sacha ajo, es como el oxígeno para nosotros. Es un oxígeno natural que te alivia cuando no puedes respirar. Yo veo a cada paciente, según su condición y le hago un preparado especial para él. Por ejemplo, si el paciente me dice: ‘me duele el pecho, tengo tos, tengo agitación’, entonces le voy a preparar su cebolla rallada, su ajo, su limón, con miel de abejas y su aceite de oliva. Le doy de tomar cada media hora hasta ver que se le corta su agitación y su tos”, explica Mery.

En casi tres meses, el equipo ha crecido y salvado vidas. Ahora cuenta con 16 voluntarios, hombres y mujeres del pueblo shipibo-konibo. Ha atendido exitosamente a más de 500 pacientes, indígenas y mestizos, y logrado traducir su ímpetu altruista en acciones concretas, con objetivos claros y abertura genuina para sortear los retos que se les han presentado diariamente, desde desplazarse bajo la lluvia en plena noche para responder al llamado urgente de pacientes con agitación e insuficiencia respiratoria, hasta encontrar recursos para dar alimento a los pacientes internados y comprar los insumos para los jarabes, las vaporizaciones, los tés y los masajes que les sirven de medicinales.

El COVID-19, un enemigo íntimo

“He tenido esos síntomas, mareos, dolor de cabeza, incluso mal del estómago, todo eso. Yo mi mareo, mi dolor de cabeza, lo he calmado con la vaporización que me hacía mi mamá. Siento que los pacientes también padecen lo que yo he sentido. He tenido la fuerza de luchar contra el malestar pensando en mis pacientes, pensando en seguir atendiéndolos. Diosito me escuchó y me dio otra oportunidad de seguir apoyando a las personas que nos necesitan mucho”, añade.

Para los miembros del Comando Matico, el COVID-19 ha pasado a ser parte de sus vidas cotidianas. No es un enemigo externo, sino un nuevo condicionante diario en la intimidad de sus experiencias, temores y esperanzas. Todos han tenido parientes enfermos y varios han dado positivo al coronavirus y hasta sufrido los síntomas más severos de la enfermedad en carne propia. Sin embargo, esto no los ha hecho desistir. Al contrario, ha fortalecido su decisión de aliviar el dolor ajeno y proprio ante una dolencia que afecta a todos. Además, los ha convencido por vivencia propria de la eficacia de su propuesta intercultural vital que combina la medicina oficial con las fitoterapias y los conocimientos indígenas ancestrales.

“Por más que uno quiera ser fuerte, te vence a veces el miedo. Eso es lo que yo he vivido. He vivido ese miedo y esa recuperación también. Como me decía mi esposo cuando yo perdía el ánimo: ‘tanto que le decías a los pacientes que tengan calma, que no se desesperen, ¿por qué no haces eso tú ahora?’. Es que es muy doloroso el dolor de espalda, no poder respirar. Es desesperante, y la misma cama te quema por dentro. ¡Dan ganas de decir no más! Pero no podemos dejar de hacer nuestras vaporizaciones, porque eso nos da vida; eso es lo que te alivia el dolor de cabeza, los mareos que tienes”, recuerda nuestra entrevistada.

No dejarse vencer, para seguir haciendo lo que te gusta

Mery Fasabi relata que el deseo de poder seguir ayudando a los pacientes fue lo que la animó a mantenerse fuerte cuando la enfermedad, después de tres meses de estar brindando cuidados a los enfermos a su alrededor, se apoderó de su vida y le hizo conocer todo el dolor y la desesperación que ella había acompañado en sus pacientes.

“Yo me recuperé rápido, pero he guardado mucho reposo. Si quieres seguir haciendo lo que te gusta, si quieres ayudar a los pacientes, tienes que guardar reposo. Me hacían masajes, mis compañeros del Comando Matico, mis masajistas. Venían a mi cuarto, venían a hacerme el masaje, me sobaban con botellas de agua caliente. Esa es una de terapia que te ayuda a bajar el dolor de espalda. Para el dolor de cabeza, ahora estamos utilizando alcohol con hielo. Es una cosa que hemos experimentado”, cuenta.

Matico, sacha ajo, mucura, eucalipto, kion, cebolla, ajo y limón, son los principales ingredientes de cuyo conocimiento se valen para salvar vidas. Los voluntarios también han producido un libro y dos videos para divulgar sus recetas curativas y contribuido a la replicación de su experiencia en otros lugares, como la provincia de Padre Abad y la Comunidad de San Francisco de Yarinacocha. Gracias a todos los cuidados puestos en práctica, solo han sufrido un deceso en actividad, un paciente que acudió al Centro de Atención Rápida Comando Matico COVID-19 de Yarinacocha en estado de gravedad avanzada.

“He estado encerrada 16 días. Mucho reposo. Pero ahora que ya estoy mejor, tengo que seguir atendiendo a mis pacientes, porque la gente me llama. Preguntan si la profesora Mery está atendiendo. El 5 de agosto ha sido mi primer día de turno en el Centro de Atención Rápida y han venido siete pacientes. De repente, como han sabido que he regresado, han venido muchos pacientes. Cuando estoy atendiendo, me estoy cuidando y estoy en tratamiento también. Yo sigo con mi vaporización; el matico cerca de mí, tomando mi matico, siempre cuidándome”, indica.

Las autoridades no se pronuncian

A pesar del balance de logros sorprendentemente positivo, la iniciativa todavía no cuenta con el sólido apoyo de las instituciones del gobierno regional y del Ministerio de Salud y del Ministerio de Cultura. El reconocimiento dado en el inicio por la Diresa-Ucayali no ha acompañado la intensificación de las actividades de los voluntarios, quienes hacen turnos de día y de noche, sacrificando el tiempo que podrían dedicar a sus familias, sin recibir ninguna remuneración. ¿Cómo seguir ayudando a los demás si muchos de ellos no tienen ingresos suficientes para sustentar a los suyos? Los materiales e infraestructura dados por la Diresa-Ucayali también son insuficientes. Se requiere más balones de oxígeno camas, camillas, sillas de rueda y soportes para colocar las bolsas de suero. Para ayudar a desplazar a los pacientes, los voluntarios tienen que cargarlos en brazos, poniendo en riesgo su propria salud.

“Estamos pidiendo a las autoridades que se pronuncien, que ya estamos trabajando tres meses. Estamos salvando vidas, pero el gobernador de la Región Ucayali no se pronuncia para nada. Solo fue a nuestro local para acompañar a la ministra de la Mujer cuando nos visitó en junio, luego nunca más”, narra Mery.

Además, con el reinicio de las actividades parroquiales, el 1 de agosto, el Centro de Atención Rápida Comando Matico COVID-19 tuvo que desalojar el local de la parroquia de Yarinacocha. Desde entonces, los voluntarios están encarando un nuevo reto que ineludiblemente coloca en jaque la retórica vacía de la interculturalidad de las autoridades del gobierno regional y central, obligándolos a demostrar un compromiso real con los logros de la interculturalidad vital obtenidos por los voluntarios indígenas. El equipo está inmensamente agradecido a la parroquia que los albergó durante los primeros meses. Por le momento están atendiendo a los pacientes en el local comunal de la Comunidad Interétnica de Bena Jema, en Yarinacocha, pero este no tiene las condiciones de espacio, habitabilidad e higiene necesarios. Se requiere urgentemente el compromiso de las autoridades para encontrar un local adecuado.

“Estamos preocupados porque ahora hay un rebrote en Pucallpa y están viniendo muchos pacientes. Por lo que vemos, son pacientes que no habían tenido COVID-19 antes, o tal vez lo tenían y no se les había manifestado. No son pacientes que han tenido una recaída. En el local de Bena Jema no tenemos las condiciones. No hay agua, no hay servicios, el techo no cubre bien y no tenemos un lugar que sirva de recepción y donde preparar las plantas con higiene y seguridad”, advierte Fasabi.

El Comando Matico COVID-19 cuenta con el apoyo de la alcaldesa de Yarinacocha, Yerly Díaz Chota, pero sin un cambio de actitud por parte de las autoridades de los gobiernos regional y central, sus esfuerzos no tendrán los cimientos para un crecimiento duradero. No solo se trata de encontrar un suelo y un techo nuevos, sino de hacer realidad la visión que las plantas medicinales les han inspirado: crear un Instituto de Medicina Intercultural en Pucallpa, donde la medicina ancestral y la medicina occidental caminen de la mano, dando continuidad a las prácticas de atendimiento, las investigaciones del conocimiento ancestral indígena y el trabajo de registro y difusión nacido en pandemia. Para crecer con fundamento requieren el pleno reconocimiento de las prácticas fisoterapéuticas amazónicas y de sus practicantes dentro del sistema de salud y de enseñanza nacional del Perú.

“Hace tres meses nació este sueño. El sueño de ayudar a las personas enfermas utilizando nuestro conocimiento ancestral sobre las plantas medicinales. El camino de la organización desde abajo y la acción directa no es fácil. Durante este proceso muchos de los integrantes de nuestro comando han caído en la enfermedad generada por este virus y también han sufrido la pérdida de seres queridos. Sin embargo, nada de esto nos ha detenido y hemos continuado atendiendo a todas las personas que han requerido nuestro apoyo porque tenemos claro que la solidaridad nos mueve. Bajo nuestro lema, ‘El pueblo ayuda al pueblo’, hemos atendido a más de 500 personas, entre consultas presenciales, virtuales y telefónicas. (Pronunciamiento del Comando Matico COVID-19, 5 de agosto de 2020)