Criada en la comunidad nativa Santa Clara de Yarinacocha, a orillas del Ucayali, Chonon Bensho nunca olvidó los bordados que aprendió a hacer en casa, de su madre y de sus hermanas mayores, mientras adornaba su ropa con grafismos de kené. Cuando ingresó a estudiar bellas artes en la escuela Meza Saravia, en Pucallpa, estaba determinada a hacer dialogar los bordados de su infancia con las técnicas de dibujo y pintura al óleo profesadas por sus nuevos maestros. No fue fácil, porque el bordado shipibo-konibo no hacía parte de la currícula habitual de la escuela; pero con el tiempo logró convencer a sus profesores de que una obra pintada al óleo ganaba nueva vida cuando era convertida en un tapiz cubierto de hilos finamente escogidos.

"Mi trabajo artístico viene desde chiquita, con el bordado. Cuando entré a la escuela Meza Saravia yo sabía que podría encontrar nuevas formas de expresar los diseños kené y unir dos formas de enseñanza, la de mi crianza y la de la escuela", dice Chonon.

La exposición Metsá Nete, curada por Christian Bendayán, nos conduce por el camino del descubrimiento de nuevos potenciales plásticos del bordado shipibo-konibo, que guía la trayectoria artística de Chonon. Pinturas, dibujos y bordados conversan entre sí para comunicar, en un mismo mensaje, la búsqueda de una complementación entre culturas visuales, aparentemente opuestas: una, la occidental, que intenta retratar lo visible de manera realista; y la otra, la amazónica, que quiere hacer ver lo que solo se percibe en sueños y visiones. Dibujos se vuelven pinturas y, a su vez, estas reaparecen en versiones bordadas que les otorgan una nueva espesura y movimiento, gracias a la textura tridimensional de las puntadas bien acabadas. Las obras colgadas en la pared se acompañan de música y videos que reproducen un ámbito onírico afín a la espiritualidad de la artista.

"Cuando yo empiezo a bordar o pintar, siempre me vienen los sueños; y los espíritus del sueño me dicen ‘tienes que hacer estas hojas’. A veces no me explican qué es y me dicen: ¡haz no más!, y yo tengo que hacer. Así hice esto este bordado. Estas hojas yo las había visto en sueños".

La decisión de qué figuras, puntos y colores usar para cada obra también surge de ese encuentro de enseñanzas diferentes. Las teorías del color y la figuración aprendidas en la escuela, le permiten calibrar la composición de sus telas; pero el impulso creativo proviene de su relación espiritual con ella misma, con su familia, con el territorio amazónico y con los seres del entorno que se manifiestan en sueños. Un rasgo singular de sus bordados es que estos juegan con las dimensiones usuales de las líneas del kené shipibo-konibo. Los diseños más delgados y pequeños, que normalmente rellenan los espacios entre las líneas más gruesas, son agrandados y utilizados para cubrir extensiones de bosque, cielo y agua. Por medio de esta alteración de la técnica shipibo-konibo, Chonon acciona una mirada en zoom, que invierte las proporciones entre lo oculto y lo visible en la distribución del espacio. Para Chonon, esta magnificación de lo pequeño tiene un propósito espiritual:

"Esos diseños de kené más pequeños siempre son utilizados como rellenos. La gente los ve tan chiquitos, no les da importancia. Pero, a pesar de ser chiquitos, son la esencia de nuestra el alma y la vibración que uno tiene; y que también tienen todos los seres, incluso el viento. Porque la línea gruesa del kené, el kano, es la construcción de un cuerpo. ¿Pero el relleno qué es? Es el espíritu que nadie puede ver y que tiene que salir a resplandecer. Mi trabajo artístico trata de hacer visible esa vibración". 

El agrandamiento de los diseños pequeños también puede lograrse en el dibujo y la pintura; pero el bordado tiene calidades plásticas particularmente afines a la conexión espiritual buscada por las mujeres shipibo-konibo. El bordado, nos dice Chonon, tiene algo que el dibujo y la pintura carecen: es un arte del verso y del reverso. Si bien la imagen bordada final se muestra en un lado de la tela, su figura en negativo aparece cuando la tela se voltea. El acabado y la destreza de la artista se miden por ambos lados. Cuando se trabaja en el bordado, no puede haber confusión, nudos ni hilos sueltos en ninguno de los dos. Por eso, la mano de quien borda es movida por una mente calmada, que piensa siempre más allá de lo aparente y sabe avanzar con paciencia, dispuesta a recomenzar hasta conseguir el punto correcto.

"Eso me lo enseñó mi hermana, que es experta bordadora. ¡Al principio no me salía nada! Lo tuve que deshacer tres veces. Me dije: ¡a la cuarta será! Mi hermana se quedó bien contenta, porque uno tiene que hacer bien su trabajo. Allí es donde se ve la simpleza de hacer bien las cosas. Eso muestra nuestra alma, que uno tiene que vivir tranquilo, sin dificultad; ser un alma libre de hacer las cosas que queremos hacer". 

Vocación de aprendizaje, disciplina y originalidad, alimentan la trayectoria de una artista de arte contemporáneo sui generis, que ha logrado encontrar la libertad de estar bien consigo misma y sus diferentes maestros, humanos y no humanos, amazónicos o de otros lugares. En ella, el arte amazónico demuestra su genuina apertura a la alteridad, puesto que algunos de los profesores que vienen a aconsejarla en sueños provienen de bien lejos. Frida Khalo, Diego Rivera y Van Gogh, todos los pintores consagrados cuyas obras ella aprendió a admirar en la escuela de bellas artes, llegan de noche a animarla.

"Desde que entré a la escuela empecé a soñar con los grandes pintores. La primera con quien soñé fue con Frida. Al principio me asusté (risas…) porque fue como un viento. En mis sueños, entro en el mundo del arte. Aparecen muchos artistas que ya están en otro mundo y me hablan de sus experiencias. Me muestran sus pinturas, y a veces, recitan sus poemas, y yo amanezco contentísima. Vienen con sus copas de vino (risas); es bien gracioso, y me hablan como hablan ellos: ‘tú tienes que pintar lo que a ti te nace, saca tú misma tu arte, lo que tú misma quieres ser’".


La exposición Metsá Nete: el hermoso mundo visionario de Chonon Bensho, se inauguró en la Alianza Francesa de Miraflores el 24 de marzo y seguirá abierta hasta el 22 de mayo, cumpliendo con todas las medidas de bioseguridad.